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Derby Motoreta’s Burrito Kachimba Archives - Un día, un disco

El punk espiritual existe (y está pasando en España)

By Actualidad

Una nueva generación de bandas mezcla misticismo, ruido y tradición sin pedir permiso

De los excesos del siglo XX al trance del siglo XXI: así suena el nuevo underground ibérico

Durante décadas, el punk fue el grito desesperado de una generación que no quería futuro. Una cultura de la negación, del «no» como respuesta estética, ética y política. Pero en 2025, algo ha mutado. Hay un nuevo latido subterráneo que no suena solo a rabia: también late con fe, con búsqueda, con una extraña espiritualidad. El punk ha aprendido a mirar hacia adentro, y lo que encuentra no son solo demonios: también hay dioses.

Este fenómeno no es exclusivo de España, pero aquí ha tomado una forma singular. Grupos como Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, Margarita Quebrada, La Élite, Somos la Herencia o Moura están reformulando los lenguajes del rock, el noise y la psicodelia con elementos místicos, litúrgicos y rituales. En sus discos hay espacio para el cante jondo, los sintetizadores analógicos, los textos esotéricos, el trance lisérgico y una intensidad emocional que parece sacada de una ceremonia chamánica.

Entre el ritual y el pogo

La estética lo confirma: túnicas, iconografía pagana, devocionales kitsch, letras que hablan del alma, de la muerte, del fuego interior. Pero el espíritu sigue siendo punk. No hay concesiones al mercado, ni fórmulas previsibles. Se sigue gritando desde los márgenes, pero ahora el grito también busca comunión. Lo que antes era nihilismo ahora coquetea con el trance. Lo que antes se rompía, ahora se invoca.

Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, por ejemplo, han inventado su propio género: la kinkidelia. Una suerte de flamenco progresivo psicodélico que bebe tanto de Triana como de Hawkwind, con letras que son letanías. En sus directos, el escenario se convierte en una procesión eléctrica.

La Élite, por su parte, mezcla punk electrónico con una imaginería posnuclear y delirante que remite al culto y a la catarsis. Y Margarita Quebrada, desde Valencia, han llevado el postpunk a un terreno espectral, con capas de reverb que parecen eco de rezos en una iglesia abandonada.

Nueva mística para tiempos rotos

Este renacimiento espiritual del punk no es religioso, pero sí profundamente simbólico. Es una forma de responder al vacío de una época que ha perdido referentes, donde lo sagrado ha sido sustituido por el algoritmo y la trascendencia se busca en la pista de baile. En un mundo cada vez más ruidoso, estos grupos gritan para encontrar silencio interior.

Las plataformas han sido clave en su difusión. Bandcamp y TikTok conviven como altares sonoros: por un lado, la resistencia underground; por otro, la viralidad inesperada de un sonido que conecta con una juventud que quiere algo más que fiesta. Quieren sentido.

Esta nueva escena no es uniforme ni responde a una etiqueta clara. De hecho, su potencia reside justo ahí: en el cruce de caminos, en el mestizaje radical, en la espiritualidad bastarda. Son hijos del krautrock, nietos del flamenco, hermanos del noise y devotos del misterio.